sábado, 16 de marzo de 2013

amigos

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De unos años para acá he disfrutado de muy pocas pláticas y de muy pocas personas.

Noel se perdió, llenó sus maletas de resentimiento y se alejó, algo tan inevitable como necesario. Una persona de la que disfrutaba escuchar, enmudeció sus pensamientos y dió rienda suelta a su imaginación (cual es la mejor para imaginar lo peor), lo último que se permitía compartir conmigo debía ser firmado siempre por el reproche. Y no lo culpo.

[No olvido tus últimas palabras pero trato de no pensar en ellas. Prefiero recordarte dando un monólogo en el desayuno, emocionado por tus pensamientos mientras doy sorbos de americano. A manera de tic involuntario das una pausa cada cinco minutos para preguntar "¿Ya te aburrí, verdad?" , sonrío y te pido que continúes, mientras pienso "es perfecto, no calles", mi americano termina mucho antes que las otras cinco ideas con las que hilaste la primera. Pido mi recarga].

[El recuerdo del desayuno puede ser tres, mi favorito sabe a buenas historias y buen café. El segundo nunca existió, sabe a reproches y a hotcakes; el tercero tiene páginas, título y autor].

De Adriana conozco muy poco, ella conoce nada de mí, eso la hizo perfecta, hemos platicado pocas veces pero se tomó la molestia de escucharme e interesarse en lo que pudiera decir. Primera vez en la que mis preocupaciones fueron escuchadas sin tener que caer en los gastados problemas emocionales. ¿Que le parecí una loca? seguro, pero no me preocupa. En ese momento me di cuenta que me estaba quedando sin amigos, ¿desde cuando no me prestaban atención? Tampoco los culpo.  

Al menos Cesar es él mismo y me deja ser yo, me escucha tanto como me refuta, deja que me aleje y que regrese cuando quiera, no le molesta mi herejismo ni mi hipotético lesbianismo.

Dice facebook que tengo más de quinientos amigos, en realidad tengo uno y mil voces en la cabeza; Alfaguara, Salamandra, Almadía y Anagrama existen, no pido más.


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